lunes, 20 de septiembre de 2010

Nadie sabe nada (los secretos del cine) (2006)

Esta obra dirigida por Bill Couturié, producida por la cadena de televisión por cable HBO (repitan el mantra conmigo: “HBO, guíanos por el camino de las bienaventuranzas…), trata de encontrar un sistema de reglas que pueda determinar el éxito o fracaso de una película. La conclusión a la que el realizador y los espectadores llegamos, fielmente reflejada en el título español, es que nadie sabe nada. Pregúntenle a los gurús de la economía y todos te dirán lo mismo: a todas las industrias se les pueden aplicar las mismas reglas menos a la industria del entretenimiento. Personalmente, opino que la singularidad de esta industria reside en que es la industria con la mayor densidad de ego del mundo.

El documental da voz prácticamente a todos los estamentos del cine. Por un lado tenemos a actores como George Clooney (el cual declara que hace películas como Ocean’s 11 para poder hacer películas como Buenas noches y buena suerte), a directores como Sydney Lumet, a críticos como Peter Bogdanovich, ejecutivos como Alan Horn o productores como Robert Evans. Se echa de menos la opinión de los que originan la magia del cine, los guionistas.

Al principio del metraje se habla sobre los orígenes del término blockbuster y se dice que Tiburón fue el inicio de toda esta locura de éxitos de taquilla veraniegos. Lo curioso es que, según los responsables de la producción, el resultado final fue totalmente fortuito. El tiburón mecánico que construyeron no funcionó durante la mayor parte del rodaje, así que tuvieron que ingeniar mecanismos visuales y narrativos para enseñar algo que no estaba ahí. De esta manera, una película cuyos productores pensaban que sería un auténtico fracaso, terminó convirtiéndose en el primer blockbuster veraniego de la historia.

Y así hemos seguido, avanzando hacia una época en la que no solo tenemos blockbusters de verano, sino que también los tenemos de navidad (Avatar). Este documental, rodado en 2006, se queda un poco desfasado. Así son los tiempos en los que vivimos, en 4 años la industria ha introducido los blockbusters en 3D y la piratería se nota mucho más.

A nivel formal, este documental no es más que una película de entrevistas e imágenes de archivo, con un muy televisivo estilo de montaje. No es de extrañar, pues ese era el medio al que iba destinado. Aún así, más que un defecto, veo esto como una virtud, ya que, aparte de no aburrir, me resulta interesante discutir la industria cinematográfica desde el lenguaje televisivo, que a todos nos queda claro que está siendo más efectivo a la hora de enganchar a los espectadores que la pantalla grande.

Tuve la suerte de comentar esta película con su Director de Fotografía, Stephen Lighthill. Obviamente, en un documental de estas características, el no tuvo mucha libertad creativa, pero lo más curioso de la producción fue el hecho de que se pagaron 2 millones de dólares solo los derechos de las imágenes de archivo. Se llegó a la absurda situación en la que Warner le cedió los derechos a HBO como si fuera una empresa cualquiera, aunque ambas pertenezcan al mismo grupo empresarial, TimeWarner. Si estas prácticas absurdas son la norma en Hollywood, no me extraña que no haya manera de entender o predecir los resultados de un largometraje en taquilla.


1 comentario:

Sergi T. dijo...

Tiene buena pinta. El hecho de ser un documental televisivo no quita interés al producto, es mas, me parece muy digno todo documental que teniendo un peso grande de entrevistas mantiene el interés todo el metraje.

Respecto a lo desfasado del tema, es posible, las cosas cambian a marchas acceleradas. El éxito o fracaso de un film es impredecible, está claro, pero creo que sí existe una fórmula para triunfar, sólo hay que observar el medio sobre todo en los últimos años, dar con ella y meter pasta, mucha pasta. Eso sí, ese éxito no tiene porque ir obligatoriamente unido a su calidad. Es lo que diferencia a los grandes clásicos del blockbuster, que los hay, de los éxitos efímeros.